domingo, 15 de enero de 2012

Amor como principio

El hecho de saber que muchos de los que tenéis acceso a leer estas lineas os perdisteis la clase del pasado Jueves 12 de Enero de "Intervención educativa en centros penitenciarios"es lo que me motiva a intentar sintetizar lo que allí pasó.

Como deberes para la sesión teníamos un texto de Martín Solbes "Estudio socioeducativo de los jóvenes internados en las prisiones andaluzas" del 2008. Se nos pidió elaborar una reflexión acerca de una de las conclusiones del texto que mostraba como una mayoría de presos no implicaban a la sociedad de ninguna forma en sus delitos. Solbes lanza la pregunta de hasta que punto esta sociedad consumista y sus valores (o antivalores) es capaz de presionar y favorecer la delincuencia. Además trata de poner al lector en situación preguntándole qué puede hacer al respecto.

Las respuestas que surgieron al por qué puede suceder esto variaron desde el miedo, que genera un estilo de supervivencia agresivo, a la necesidad de sentirnos dentro de la sociedad, sea cual sea el precio y sin pararnos a pensar si realmente estamos deacuerdo. También se habló de la escasa visión critica de los presos y la educación como remedio a esto para cambiar el concepto y sentido de sociedad.  

Fue justo en este punto cuando apareció la palabra clave; valorar. Una compañera mencionó la importancia de humanizar la relación, de saber ver, que es una condición sin la cual nuestro trabajo se complica innecesariamente.


Fernando enseguida se subió al carro y matizó, dejando claro que tal como el modelo humanista defiende   ("El proyecto de convertirse en persona" de C.Rogers, entre otros) el amor debe ser condición de partida, insustituible e inamobible en toda intervención educativa, ya que sin ella las barreras que se alzan son infranqueables. Para llegar a uno mismo y lograr una evolución en el desarrollo personal, hay que experimentar el cariño, el afecto y la aceptación incondicional, de lo contrario nuestros miedos bloquearán las puertas para llegar  hasta allí.

Aquí tenemos una clave; no olvidar NUNCA que tratamos con personas. Por tanto, tratarlas como nos gustaría ser tratados. 

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